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Trágica historia de una familia de Artsaj que recibe tratamiento en Bélgica a los ojos de un periodista

Trágica historia de una familia de Artsaj que recibe tratamiento en Bélgica a los ojos de un 
periodista

EREVÁN, 17 DE OCTUBRE, ARMENPRESS. El deber profesional del periodista es transmitir información objetiva sobre los acontecimientos, lo que a veces requiere frialdad y l neutralidad en todos los casos. Sin embargo, un periodista es ante todo una persona que con sentimientos y emociones. Luego del desplazamiento forzoso de los armenios de Artsaj, más de una vez, como periodista, me he preguntado si el trabajo que he realizado tiene sentido o no. No hay nada peor que el sentimiento de incompetencia, de no creer en el propio trabajo. Ese sentimiento me estaba asfixiando durante mi breve visita al hospital militar Astrid en Bélgica. Cuando supe que tres pacientes de Artsaj fueron trasladados de Armenia a Bélgica, quise visitarlos. Pero mi primer instinto no fue el dictado del periodismo, sino simplemente la gran exigencia de ver a un compatriota, de compartir el dolor. Tres jóvenes que sufrieron graves quemaduras como consecuencia de la explosión del depósito  de combustible en Artsaj se encuentran bajo la supervisión de médicos belgas. La recepción y sala de espera del hospital estaba tan lúgubre como lo que sucedía dentro de mí. Estaba esperando que se acercaran los padres de los adolescentes, ya que durante estos días no está permitido ver a los pacientes. La buena noticia del día fue que uno de los jóvenes salió del coma y dijo unas palabras.

Un poco más tarde, se acercó una mujer con Eva, de tres años, en brazos. Era Diana, la madre de Alex, quien sufrió graves quemaduras a consecuencia de la explosión, cuyo rostro mostraba una amargura y cansancio indescriptible. Eva también estaba cansada, pero parece que sus ojos no se cerraban sólo por el cansancio. Habiendo visto dos guerras a sus tres años de edad, la niña ni siquiera quería mirar al mundo exterior, a las personas que la rodeaban. No le interesaban juguetes ni libros ilustrados. Eva quería a sus amigos del jardín de infantes y su hogar. Diana también quería su propia casa. Con lágrimas en los ojos recordó los difíciles días del bloqueo. "Estoy de acuerdo, si ahora estaría en mi casa, me sentaría allí con hambre y sed", manifiesta la joven y vuelve a guardar silencio. Luego vuelve a reunir fuerzas y pronuncia dos frases más, diciendo que ese mismo día, junto con su hijo, también se encontraban en el lugar de la explosión los hijos de su hermano y su hermana. Aún falta el último. Estaban en el depósito por una sencilla razón: querían asegurarse de que todos tuvieran combustible y emprender juntos el camino de la evacuación forzosa.








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